domingo, 3 de abril de 2016

Articulo del Diario "La Razón" del Miércoles 5 de Junio de 1929


A raíz del fallecimiento de mi señora madre, María Angélica IBAÑEZ, encontré entre sus recuerdos, un diario "La Razón", fechado, Miércoles 5 de Junio de 1929, donde publica un articulo titulado AÑOS Y LEGUAS, firmado por las iniciales M.M.O. en San Fernando Junio de 1929, el cual voy a tratar de reproducir, para que no se pierda en el tiempo. Agregándole fotos familiares, con el objetivo de ilustrar sus orígenes familiares.

LAS TRADICIONES DE LA COSTA Y LA HISTORIA DE LA CASA BLANCA

Un edificio que tiene cien años y que sera conservado in tacto como una reliquia, Como D. Manuel Ibáñez inicio el progreso en Punta Chica - Episodios de rió y de tierra - La estatua de la Libertad y su erección en la barranca hace más de medio siglo.

Los misterios de Punta Chica...Hace ya muchos años inicie mis crónicas de reporter haciendo un viaje accidentado hasta ese paraje para obtener detalles de un crimen sensacional. Recuerdo que guiado por un antiguo pescador, recio y fuerte, llegue primero que la autoridad hasta el lugar del hecho, una lancha recostada en la playa en cuyo fondo yacía un cadáver ensangrentado de una mujer joven.
Entonces a la foto  reemplazaba la imaginación y tracé un cuadro emocionante y tónico. El comisario no halló al asesino, Yo si. El pescador me lo mostró remando en un bote rumbo a la Colonia. Desde entonces Punta Chica tuvo para mi un singular encanto.
Me dio el tema para ganar un poco de fama inocente y disfrutar del  adelanto de una semana en mis haberes, frugales, destilados en porciones homeopátícas.


DESDE LA BARRANCA

Desde la barranca de San Fernando a pique, abarco la belleza del panorama, agreste, umbrío en la costa, límpido y luminoso en la superficie del estuario, espejo de nubes y pájaros. Un vela ofrece la sensación de la marcha de una hormiguita cargada. Las barrancas del Sarandi están ahí cerca, cubiertas de arena, con sus orillas, descansando en el festón de juncos y matorrales. A dos pasos la piedra blanca en donde se aventará en monumento a los treinta y tres Orientales regalado por el gobernador del Uruguay. Toda tierra por donde pasaron libertadores de pueblos es sagrada. Aquella senda que conduce hasta el agua inspira veneración. Si se esfumo en la movediza huella no ha sucedido lo mismo en el mundo humano. Aquellos treinta y tres que salieron de Punta Chica llevaban en sus alforjas de un gran nacionalidad.
Al pie de la barranca la cinta del riel ferrocarrilero como una enorme serpiente que duerme en la inmensidad.
Un aeroplano zumba en el aire varios niños chapotean en la onda del rió y un pescador seca las redes al pie de un viejo sauce tan viejo como dos siglos.


LA CAÍDA DEL EUCALIPTO

De improviso un eucalipto tiembla todo en la atmósfera quieta y cristalina. Acaso un golpe de fiebre, un estremecimiento de horror repentino, la sensación de la muerte cercana. La muerte, si también los arboles han de ceder. También de señores de ayer, se transforman en esclavas de hoy. Las ramas se agostan, se abren en cruz, las hojas se desprenden, caen a cientos, en tronco ya no se se aferra a la solidez soberbia y firme que ostento en sus horas de lozano vivir. El hacha se ensaña en aquella carne vegetal; el serrucho riz raz corta y amputa con sus filo finísimo hay un silencio en todo el monte como si el viento se hubiese detenido en las copas de los otros cedros, ombúes, eucaliptos, magnolias y carolinos.
Las aves se han ido a refugiar lejos espantadas, y un nido se derrumba entre el ramaje en añicos, de abajo, el hueco negro exhibe las raíces, como el interior de un cuerpo humano atropellado un grito, una orden breve. El hacha deja de morder; el serrucho cesa en su riz-raz, el eucalipto balancease, se sacude, lucha aun, hasta que se desploma en el estruendo entre polvo ramas y gajos ¡se acabo para siempre! ochenta o cien años que cerraron su historia. El sitio donde se nutrió sera mañana lecho de un cimiento de un chalet, un pedazo de jardín moderno o el racero de la cancha de tenis indispensable.
no me gusta ver morir a los arboles.
Se me encoje el corazón en un místico sentimiento de desilusión.



LA ESTATUA DE LIBERTAD Y EL PARQUE DE LA CASA BLANCA

Penetro en el parque de la Casa Blanca, sobre la barranca de San Fernando, limítrofe a Punta Chica. Una estatua de la Libertad, todos hemos contemplado otra gemela en la cúspide de la pirámide de Mayo, custodia no se que fantástica frontera, mientras mira hacia el Plata, con su lanza flamígera y el escudo patrio en descanso. Me inspira curiosidad ese monumento simbólico en tal paraje a cuya vera la gente circula sin concederle trascendencia.
Pero la Casa Blanca la tradicional mansión de Ibáñez torna mas interesante la incógnita que me propongo despejar, (La existencia se compone de incógnitas que pocas veces logramos resolver a pesar de nuestra vanidad Aristotélica). La estatua es una obra maestra dignisima de estilo romano. El rostro de mujer estereotipada de belleza perfecta. La libertad como en la leyenda de Aristoteles hada de incomparable encanto tiene firma de nadie ni fecha.
Hace mas de sesenta años que se coloco aquí por mi abuelo, me informa el señor Antonio Ibáñez, celoso guardador de las reliquias y recuerdos allí depositados.
Alguna conmemoración un voto republicano y patriótico.
Devió de ser así. Estas barrancas están llenas de tradiciones y la casa de mis mayores guardan también muchas reminiscencias de épocas de luchas.
Y averiguo entre pobladores encanecidos que no han salido nunca del lugar, que dicha estatua que permanece ahí como documento mudo del amor a la patria que ardió en otras generaciones fue erigido por Don Manuel M. Ibáñez en conmemoración de los acontecimientos históricos que originaron la unión nacional. Don Antonio Ibáñez me anuncia que la colocara sobre la barranca como indicio evocador.


Angela M. Rodriguez, posando en la estatua descripta


Estatua mencionada en el articulo con las tres nenas Ibáñez












EL MIRADOR DE LA COSTA

La Casa toda Blanca es conocida también desde cien años por el Mirador de la costa. tiene pues un siglo. Y al recorrer todas sus habitaciones se percibe un hálito añejo, hedor de historia, que cautiva.
Las pinturas de esas salas, sus aljibes, su cocina toda de lentejos, repujan su clásica y amable vetustez. En la galeria que se asoma al río, en el techo existe una abertura que solo pueden descubrir los entendidos del secreto. De acceso a un escondite donde se agazaparon unitarios que en su huida de las persecuciones de la mazorca embarcabanse en el Sarandí para Montevideo. Cuando lograban burlar la vigilancia del tirano, que en caso contrario...
La casa de Don Manuel Ibáñez se convirtió en un faro, en el eje de la navegación costera. Las lanchas de Rosas no la perdían de vista. En hiesta, severa se yergue sobre las barrancas de San Fernando, con su prosapia legitima de decana de todas las del norte cuya hermosura atrae y delicita.



ESCRITURAS PROBATORIAS

He revisado las escrituras de esos sitios agrestes, saturados de perfumes. Poseen arrugas centenarias. La letra del pendolicia no se ha borrado. La tinta permanece indeleble. El 23 de Septiembre de 1826 Don José Cabral y Doña Agueda Gonzalez propietarios de las barrancas y solares, "hasta la lengua del agua", dice el juez Juan José Cernadas venden y expiden la posesión de esta tierra del norte (calificacion visionaria de Rivadavia). Valor: cada solar mil pesos de la moneda de ese tiempo, o sea, aproximadamente, cuarenta pesos actuales. ¿Quien era Don José Cabral, opulento propietario terrateniente?. Las escrituras no callan. ¿Algún heredero de la Merced Real? ¿Hijo de Capitán Español? ¿Un hacendado...? 



DON MANUEL M. IBAÑEZ


Don Manuel M. Ibáñez, habita en 1850 la Casa Blanca. casado con Doña Rosa Anchorena emigra en el período de la tiranía de Rosas, huyendo de los peligros del despotismo. Un retrato ejecutado por el ingeniero Don Carlos E. Pellegrini perpetua a toda la familia de este benefactor al que San Fernando le debe muchos de sus progresos iniciales. En 1855 ensancha la propiedad y planta los gigantescos árboles que hoy van a abatirse en gran número, en empuje de la necesidad despacio para arquitecturas novísimas.
En leguas a la redonda no existian si no ranchos miserables, diseminados en la costa erizada de bajíos y jarillas. El señor Ibáñez emprende por vez primera la navegación al Delta, armando dos lanchas la "Gobio"  y " San Vicente" con la que realiza la carrera regular al puerto de Palmira. Los casco de estas naves deshechos aun se contempla en la costa de la isla que se halla frente a la Casa Blanca.



EL PARQUE TECNICO Y LA LUCHA CON EL JARDIN BOTANICO

El señor Ibáñez comprendió que las barrancas de San Fernando y San Isidro debían ser hermoseadas con arte para completar su sugestión panorámica. y trajo a sus costa varios jardineros de Francia, que plantaron jardines y plantaron ejemplares importados expresamente. Pero la lucha para conservar estos técnicos fue continua pues a poco de hallarse en sus labores eran seducidos por la dirección del jardín botánico de Buenos Aires al que se incorporaban luego dejando sin terminar su obra. Don Manuel Ibáñez dotado de tenacidad singular, no se amilano por ello y ya en 1880 su parque era una realidad y un orgullo para la región y un motivo de aplauso por parte de sus huéspedes.
Se conserva aun una colección de estatuas decorativas de mármol de carrara de puro y autentico estilo clásico que adquirió en Europa.
¿Y estos brazos rotos? ¿Y están piernas quebradas?, interrogo ¿Quien mutilo estos mármoles preciosos?.
Un inquilino Ingles tomo busto y estatuitas de blanco para los tiros de su revolver.
¡Un Ingles! 
Y descubro a un Socrates con la nariz partida de un balazo feroz. Perdónalo, maestro como perdonaste a los que te obligaron a beber la cicuta.
Para consuelo y olvido del salvajismo del Ingles, que no debió pisar nunca Oxford, visito varios imbenaculos en los que se comenzaron a cultivar las primeras especies florales exquisitas, extendidas luego a todos los jardines.



EPISODIOS DE LA COSTA

Recojo algunos episodios acaecidos en las cercanías de la Casa Blanca, Siendo jefe de la escuadra el almirante Cordero, la cañonera Paraná en las bocas del Sarandí debido a una gran bajante, el marino desembarco con el deseo de conocer el palacio, cuya situación se marca en las cartas hidrográficas de antaño. Permaneció allí huésped del Señor Ibáñez, varios días. Al ausentarse dejo grabadas en el tronco de un añejo eucalipto que se conservaron fielmente hasta hace poco.
A propósito de cartas náuticas: En las del Rio de la Plata, editada en Madrid en 1865, se señala a San Fernando y a este edificio como referencia y se anota que aquel pueblo "tiene 3207 habitantes en todo su partido y que hay una poza de diez y ocho pies de agua para fondeadero frente a ese paraje y a San Isidro"
En la costa del Sarandí vive aún a la intemperie fuerte y ágil un pescador que suma noventa años de edad; se llama Martin Lomes, y el recuerda las vicisitudes del trafico de emigrados a Montevideo y narra anécdotas de ruda existencia en la región de las islas
- Desde que salíamos de la Colonia ya nos orientábamos por la Casa Blanca, veleta era una esperanza. Esa veleta, que colocó el señor Ibáñez allá por 1880, era nuestra mascota...todavía funciona como un reloj...



EL PADRE DE LOS POBRES

Al señor Ibáñez lo llamaron "El Padre de los Pobres", porque se dedico a proteger a la población misérrima. En un cochecito de mimbre tirado por un caballo, se internaba en el campo y acercabase a los ranchos y pedía un vaso de agua. Esto era un pretexto para examinar el aspecto de la familia; al día siguiente la casa de Pio Crosa, la única de comercio de San Fernando proveía al matrimonio y a sus hijos de lo que necesitaban.
En esta forma el señor Ibáñez evito el pillaje y el cuatreraje. Los 25 de Mayo y los 9 de Julio, todos los vecinos cantaban el himno encabezados por el señor Ibáñez y su familia, efectuabase en el parque organizado de su peculio. Mantenía tenso el sentimiento de Argentinidad, en núcleos informes alejados del centro metropolitano.
Servidores que aun permanecen en la Casa Blanca, evocan la figura del marino Enrique Sinclar, ayudante del Almirante Brown, el que casi centenario concurría a departir con el señor Ibáñez jugando sendas partidas de billar.
Lo mas extraordinario de este anciano, comenta Juan Manuel Rodriguez, que se crió en ese paraje, es que el capitan se quedaba a dormir en las noches de invierno y exigía que solo se le facilitara una sabana ¡No necesitaba cobijas ni abrigos! ¡Que resistencia de ancianos!.
Sinclar que era Norte Americano pasaba horas narrando a Ibáñez sus hazañas en la escuadra de Brown.
Se complasia en salir al río, piloteando un buque con una periela admirable, dada su edad a ojos cerrados navegaba los riachos del Delta. durante la tiranía de Rosas, merced a su experiencia de navegante, salvo a muchos Unitarios llevandolos a la otra banda en su barco de San Fernando o de las islas o de las proximidades de la Casa Blanca.
Cada vez que nombraba a Brown hacialo con dejo de respeto profundo, Vivio cerca de Punta Chica en San Isidro y murió allí añorando la vida de mar en 1892.
También pasó por la casa Blanca el fastuoso millonario Fábian Gómez del Castillo que llegaba con una corte Británica y chic. Le oyeron contar con jactancia que mientras estuvo internado educándose en el colegio del el Salvador, poseía una renta diaria de cincuenta mil pesos de la antigua moneda y que para molestarlo sus compañeros de aula y pupilaje solían dejarlo sin café con leche...y con hambre a pesar de su fabulosa fortuna.



DOÑA ROSA DE ANCHORENA

Falleció el señor Manuel Martiniano Ibáñez, su hijo Pedro Vicente continuo su tradición, Ahora la Casa Blanca con sus galerías y pasadizos, su mirador sus salones en los que se descubre la mano del artista del siglo pasado, es custodiada por su descendiente Don Antonio Cayetano Ibáñez.
-No le quitare nada de su patina colonial, de su encanto histórico.
Y quitándose el sombrero con veneración nos lleva hasta una de las piezas, en las que se conserva un magnifico cielo raso.
-Aquí expiro mi abuela Doña Rosa de Anchorena que como otras Argentinas fueron dignas de su estirpe... entre las reliquias de ella guardamos un piano que cumplió ciento diez años y que lucio en esta casa y en el hogar de mis mayores en la calle Florida.

M.M.O.
En San Fernando, Junio de 1929



4 comentarios:

  1. Excelente artículo, desde ya le agradezco este nutrido aporte a la ciudad de San Fernando que tanto ha perdido de su antiguo señorío. Mi trabajo desde hace varios años es la recuperación de la memoria arquitectónica del partido y este es el primer artículo que menciona seriamente la Quinta Ibañez. Nuevamente muchas gracias!

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    1. Gracias a Ud, por interesarse, cuando transcribí el articulo, de un autor que todavía no pude identificar, creí que iba a tener mas impacto, es la primera vez que efectúan un comentario, me interesa mucho reconstruir la historia de mis ancestros así que este articulo me pareció una joya, por el lado paterno desciendo del arqto. Carlos Nordmann, por lo tambien soy un enamorado del patrimonio arquitectónico, me gustaria tomar contacto mi email es arturo.bade@gmail.com gracias

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    2. No sabia nada de esta casa. El blog super interesante. ¿Sigue existiendo? ¿Dónde esta ubicada en San Fernando?

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  2. Yo conservo en casa una biblioteca Inglesa, de las dos que conservó la familia, la cual cuido y adoro.

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